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…que nos descubren algunos rinconcillos de los interiores |
del poeta, como si los alcanzáramos a ver, algo trabajosamente, |
por el agujero de la llave |
Alfonso Reyes (1918) En la casa de Garcilaso(1) |
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Mas os digo que más liviano trabajo es pasar un camello por el |
ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios |
Mateo: Evangelio 19: 24 (2) |
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Los cerrojos
de Ximena Narea
o
La mirada
a través de la mirada
MARTIN F YRIART
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Estamos habituados a escuchar que se habla sobre la modulación de la voz, de la luz o de un flujo de
datos, pero este fenómeno se relaciona siempre con la conducta de un emisor, sea humano, estelar o
informático. Rara vez, si alguna, se plantea la posibilidad de una modulación del receptor, pero eso es
precisamente lo que, nolens volens, hace Ximena Narea con su serie de pinturas titulada Abierto/Cerrado,
que ella denominó inicialmente Cerrojos pero que poco a poco se ha ido convirtiendo en otras cosas,
siempre conceptualmente afines con la idea inicial, y requieren una perspectiva, una cierta secuencia de
experiencias visuales para comprender la evolución y las ramificaciones que ha alcanzado.
Los así llamados cerrojos que pintó inicialmente eran realmente ojos de cerraduras o en algún experimento de ampliación conceptual, el orificio por donde se introduce la llave en un candado, pero cerrado a la mirada del observador. Luego los cerrojos iniciales que permitían ver a través de ellos se fueron convirtiendo a veces en pestillos o trancas que impiden el paso; o en objetos como una silla, que están tan solos en la imagen, como si estuvieran encerrados con cuatro llaves en una habitación adonde nadie puede ya entrar, porque esas llaves se han perdido irremisiblemente, pero que la mente de la artista penetra y retrata, con la misma distancia y frustración de quien mira a través del ojo de una cerradura.
Da lo mismo que el así llamado cerrojo permita atisbar otro mundo a través de su estrecha abertura o que encierre un secreto irremediable, como cierta mirilla gótica, que resiste al paso del tiempo en una torre árabe medieval del Casco Histórico de Madrid, firmemente sellada para la eternidad de la imaginación por un espeso manto de centenarias telas de araña.
Lo que cuenta, ahora, no es meramente lo mirado, sino la mirada misma: como en los mejores retratos; aquellos, por ejemplo, que El Greco pintó de Carlos V, sin haberlo visto nunca en persona hasta entonces. La mirada que la artista consiente compartir con el público, no es una mirada que meramente pretenda rescatar una imagen, sino que aspira desentrañar su significado. En los mejores casos, lo logra sobradamente; en los demás plantea a ese otro observador que mira por los ojos del artista la pregunta de qué ha visto éste o qué pretendía descubrir.
Todos los retratos incluidos por la artista en esta serie son de personas de su círculo íntimo, o por lo menos amistades personales trasladadas al plano de la obra de arte con el claro fin, no de propagar su fama, como en el caso de los sujetos de El Greco, sino de indagar en su identidad, de penetrar a través de un ojo de cerradura –representado o no en el cuadro– en un espacio íntimo como el que todo ser humano, Emperador o simple ciudadano, lleva dentro de sí, pero inscripto en la clave de su rostro.
Es por eso tan importante para poder apreciar todo el alcance de estas obras –en general todas ellas de pequeño o muy pequeño formato– tratar de comprender la función moduladora de la visión de aquellos ojos de cerradura, antiguamente infaltables en cualquier puerta, fuera esta de la calle o del interior de la casa, y hoy sólo reservadas para algunas piezas de mobiliario y con función mayormente ornamental, de bronce para otorgarles un toque de brillo.
Un artista no tiene por qué ser necesariamente consciente de todos los contenidos que coloca en su obra. Ni todo lo que un observador más o menos casual ve en ella puede necesariamente estar allí. Por eso es tan importante la posibilidad que brinda una página personal de Internet como la que Ximena Narea ha creado en su Galería virtual. la posibilidad de recorrer esos sucesivos salones imaginarios donde las obras están expuestas de acuerdo con algún criterio no explicitado por el artista resulta ser la llave perdida y recuperada que permite al observador circunstancial asomarse al otro lado e intuir, aunque sea tentativamente, el interior que se guarda del otro lado.
Sea este un rostro que parece observar a su vez a quien lo está mirando, o un mero objeto solitario como una silla doméstica con asiento de paja, el hecho de atisbarlo a través de ese angosto orificio modula la mirada del observador, generando unos significados inarticulados pero vivamente presentes: una intuición de un “algo más” que está en la mirada del observador original, del autor (autora, en este caso) de la obra, y que el artificio del cerrojo hace vibrar en el beneficiario de su generosidad.
Lo que se encuentra en el exterior, en el “afuera” de la escena comunica una doble sensación de impenetrabilidad y de defensiva, de refugio y de desafío, que confluyen para modular lo visto o no visto, lo atisbado a través del ojo de la cerradura o imaginado a fuerza de frustración. Y cuando esta barrera no existe, o el ojo del artista-observador parece atravesarla y dejarla atrás, el clima de misterio, de ocultación, no desaparece: la mirada del observador externo, ahora teñida por la del artista, conserva esa reverberación visual provocada por los Cerrojos.
La advertencia del Evangelio, por otra parte, puede tener una nueva lectura reveladora en estos cerrojos y no-cerrojos de Ximena Narea. Y esta lectura, nuevamente, nos lleva a la modulación de lo visto y no-visto. El ojo de la aguja, la puerta estrecha, el túnel en cuyo extremo se atisba la luz son todas metáforas de este fenómeno que produce en el segundo par de ojos, el par de ojos del artista.
Su visión, que encierra y recorta un segmento del mundo como visto a través del ojo de una cerradura (representado o no en la imagen artística; presente con su figura que insinúa a la sacerdotisa de las dos serpientes, reliquia de la lejana prehistoria), se surroga a la del segundo par de ojos, y así modula su visión del mundo haciéndola vibrar en armonía.
Esta modulación se muestra como el recurso simbólico eficiente para lograr la empatía entre la mirada del artista y la del observador de la obra.
La sección de cerrojos (Abieto/Cerrado) de la Galería de Ximena Narea incluye tres series (“A”, “B” y “C”) y un cuarto apartado de Poemas. Estos están montados como un slide show que obliga al observador a intentar absorber imagen y texto en apenas instantes. Los textos tienen la dificultad adicional de estar en sueco, lo que representa un desafío adicional a la imaginación. No es fácil poder expresar ideas coherentes acerca de unos objetos tan elusivos, de modo que sólo dan lugar a una reflexión interior que sugieren acerca de lo inseguro de la experiencia y lo dudoso de la memoria. Madrid. Septiembre, 2011
1 En Alfonso Reyes (1920) Retratos reales e imaginarios, incluido en Ídem: OO.CC. (México: Fondo de Cultura Económica: 1956) III, 490.
2)El santo evangelio según San Mateo. En El nuevo testamento de nuestro señor Jesucristo (Madrid: Sociedad Bíblica: 1911) 24. Traducción de Cipriano de Valera.
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